La diseñadora de interiores Maritxell Ribé apostó por la elegancia nórdica para decorar esta vivienda palaciega de Barcelona. Con la reforma, que incorporó a elementos originales como techos de bóveda o chimeneas nuevas tecnologías como la domótica, la vivienda recuperó el resplandor que tuvo allá por los años 50.
La diseñadora aceptó el desafío de convertir un edificio burgués destartalado en un hogar moderno. Hoy el apartamento es una mezcla de sobriedad nórdica y calor español. Una vivienda en la que la cocina se convierte en el elemento distintivo y personal, gracias al original techo de ladrillo y los bonitos azulejos marroquíes.
El edificio de 400 metros cuadrados posee expresiones artísticas de la época a la que hubiera sido un crimen renunciar: cornisas, techos de bóveda, chimeneas, puertas acuarteladas, etc … Todas ellas se mantienen combinadas con otras propuestas mas modernas logrando un interesante equilibrio.
Las paredes se pintan en tonos claros en esta vivienda que se utiliza como residencia privada y sala de exposiciones. La luz y la amplitud de los espacios son parte de esa estética nórdica que tan de moda se ha puesto y que se completa con muebles minimalistas tanto blancos como en madera clara.
Una distribución original permite comunicar tres salones: Un primero mas formal en el que destacan las sillas Barcelona; un segundo mas familiar en el que ver la televisión, tomar un café o cenar en familia; y un tercero mas informal, perfecto para leer o jugar con los niños. En todos ellos juegan un papel muy importante las alfombras.
El despacho mantiene las características de los espacios anteriores; es la cocina la que se desmarca. Un bonito trabajo de estuco, el techo enladrillado y los azulejos marroquíes ponen el punto distintivo a un espacio amplio con muebles de cocina modernos y sobrios y una preciosa zona de comedor rústica y vintage.
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