El binomio blanco y negro puede resultar un poco sobrio, o al menos esa es la idea que todo el mundo tiene de este tipo de decoraciones. Sin embargo, también se ha mostrado como una opción factible para una habitación infantil. Los niños pasan por diferentes etapas, por lo que si nos centramos en algo demasiado concreto para una edad, tendremos que cambiar constantemente la decoración, algo que no pasará si nos remitimos a estos dos tonos.
En las habitaciones en blanco y negro resulta mucho más fácil integrar elementos y estampados, ya que no hay tonos a combinar que puedan chocar entre sí. Es por eso que se trata de la opción más útil para padres con poco tiempo y con un presupuesto reducido, que deseen cambiar lo mínimo cuando su niño crezca.
Cuando estamos decorando la habitación para el bebé, son las primeras etapas. Normalmente se escogen tonos pastel y cálidos, pero podemos decantarnos por paredes y muebles blancos, con toques de negro. El gris también es un tono permitido, ya que es la mezcla de ambos. Puede parecer sobrio, pero queda igualmente elegante y resulta relajante para el pequeño. Además, si tenemos algún toque de color, destacará por encima del resto, aunque habrá que incluirlo con cuidado, para no romper de forma inadecuada el conjunto.
Cuando el niño realiza la transición de la cuna a la cama, también es un momento en el que querrá encontrar en su habitación una zona propia, para sus juegos. En esta ocasión hay que pensar un poco más en lo que ellos desean, incluyendo elementos que despierten su imaginación, y que aporten calidez, como alfombras de pelo, mantitas estampadas, vinilos en las paredes o peluches.
Cuando pasamos a realizar habitaciones juveniles, podremos incluir un poco más de juego. Este tono es una decisión acertada para hacer las transiciones, ya que solamente habrá que cambiar algunos textiles. Lo mejor de todo es que puedes combinar de forma divertida diferentes estampados sin que resulte chocante. ¿Qué os parecen estas ideas?