Hay muchos detalles que llaman la atención en esta villa escandinava de estilo rústico. Destaca en primera instancia la combinación del blanco con el color a madera vieja, pero tampoco pasan desapercibidos los preciosos y magníficos muebles y objetos antiguos que decoran cada habitación.
Lograr la sensación de amplitud y luminosidad de esta casa rústica construida en 1800 en lo alto de una colina, necesitó de muchos baldes de pintura blanca. Tras la pintura, llegó la recuperación de algunos detalles originales: muebles de madera, chimeneas y estufas; y la modernización de otros adquiridos en casas de subastas.
La propietaria realizó un gran trabajo al aportar a través de objetos y muebles antiguos detalles frescos de color marrón y negro sobre el blanco. Los detalles del escritorio del cuarto de juegos son realmente magníficos y no se queda atrás el sillón de cuero con patina, rodeado de otros interesantes detalles de madera y metal.
En los dormitorios se combinan materiales como el hierro o la madera con tejidos naturales como el lino. Junto a los blancos predominan el color madera y el beige, una paleta de color muy suave y neutra que ayuda a crear un ambiente agradable y sereno, que propicia el descanso.
La cocina, original de 1980, consiguió un lavado de cara con nuevas encimeras laminadas, grifos modernos y suelos de baldosa. Anexo a ella se encuentra el comedor, la estancia preferida de la propietaria en cuento a decoración se refiere. Y no es de extrañar, la vieja mesa plegable y el sofá adquirido en una subasta, transforman por si solos el espacio.
Una casa de campo ideal en la que sin lugar a duda, podría vivir ¿y vosotros?
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Fuente – Hus&Hem