No sólo por su diseño, que es fantástico, sino también por su concepción, esta tumbona puede cambiar la forma de interrelacionarnos (los humanos con ellas). La clave está en que Morphogenesis Chaise no tiene patas.
Su diseñador, Timothy Schreiber, cuenta que todo comenzó con un proceso de investigación de sistemas naturales estructurales y microestructurales. La comprensión de cómo funcionaban le llevó a trasladarlo al ámbito del mobiliario. Los parámetros de comodidad, tamaño y facilidad de uso de su tumbona ideal fueron digitalizados, y a través del ordenador se llevaron a cabo los ensayos y la optmización de elementos.
El resultado salta a la vista. Las tumbonas tradicionales son bastante incómodas a la hora de moverse y cambiar de postura. Con Morphogenesis Chaise ese problema no existe, proporcionándonos además un placentero balanceo siempre que queramos.
¿Se puede pedir más? Mmmm, que disfrutemos de ella en una paradisiaca playa sin masificar. Pero eso me temo que pertenece a otra historia…